MIRAMAR ME MATA

La cantante lírica al frente del quinteto finlandés de heavy opera Nightwish, cuenta cómo la acosan los fanáticos en las calles de Helsinki y por qué sueña con un retiro en la costa argentina, donde “las casas están realmente baratas”. Además, la Señorita Hielo explica por qué su show de esta noche termina siendo a beneficio de la fundación Caras Sucias.
Por Pablo Plotkin

Después de escuchar Century Child, su último disco, queda claro que Nightwish no es una banda heavy metal con influencias sinfónicas. Más bien se trata del proyecto de un compositor de ópera –Tuomas Holopainen– afectado por el rock duro. La banda finlandesa sale en las fotos con esa gélida neutralidad propia del metal escandinavo. Un pequeño escuadrón de elfos –esos seres de áurea perfección de El Señor de los Anillos– encabezado por una pálida morocha de ojos verdes y mentón anguloso. La chica se llama Tarja (pronúnciese Taria) Turunen y es una mezzosoprano de 24 años. Pero todos trabajan para el tal Tuomas, un joven compositor instruido en música clásica y tocado por las formas más ampulosas del arte (Vangelis, Pantera, Corazón valiente). “El es el cerebro y el alma de la banda; yo soy el corazón”, dice Tarja desde su residencia universitaria en Alemania, donde le restan dos años para recibir el diploma de cantante clásica.
Nightwish tocará hoy por segunda vez en Buenos Aires. De novia con un pequeño empresario argentino, Tarja no recuerda con precisión cuántas veces estuvo en el país. “Uy, es una pregunta difícil”, comentaba por teléfono, poco antes de venir. “Unas seis o siete veces. Me encanta ese país, tengo muchos amigos ahí.” Al hablar de sus sueños de retiro, Tarja revela coordenadas sorprendentes. Su último veraneo en Miramar fue decisivo al respecto. “Pienso comprar una casa e irme a vivir ahí cuando me jubile”, se ríe. “Ya tengo vistas algunas casas en venta. Las propiedades en Miramar están realmente muy baratas.” Al principio, las entradas para ver a Nightwish esta noche en Hangar estaban realmente caras: 60 pesos. Después de recibir varios mails de seguidores argentinos que no podían afrontar el gasto, Tarja decidió ceder su parte del cachet y de ese modo rebajar el precio a la mitad. “Estuve tantas veces en la Argentina, he pasado momentos tan fantásticos, y sé que la cosa está cada vez peor. Así que decidimos convertirlo en un concierto benéfico. Los 30 pesos cubren gastos de pasajes y músicos. Eso sí: hay que llevar un alimento no perecedero para la fundación Caras Sucias. Así que espero que el lugar esté lleno.”
El último viaje de Tarja a Buenos Aires había sido hace poco más de un mes, cuando organizó un concierto de música clásica en el teatro Margarita Xirgu. Junto a una mezzosoprano alemana y una soprano finlandesa, cantó canciones románticas escandinavas, austríacas, alemanas y españolas. Esta vez vuelve para ponerle voz a ese ambicioso proyecto de ópera hard rock que es Nightwish. “Antes de Nightwish, debo admitirlo, creía que el heavy metal se reducía a AC/DC y a Iron Maiden. Ahora sé algo más, pero la verdad es que no escucho nada de eso. Escucho música clásica, bandas de sonido, Alan Parsons... música bien producida.”
Pocas cosas tan imperturbables como el heavy metal épico, especialmente si viene de los países nórdicos. Nightwish es un plan fuera de época pero, se sabe, los proyectos anacrónicos son los que cuentan con los seguidores más fieles (Wishmaster, su álbum anterior, vendió unas 150 mil copias y se ubicó en el primer puesto del ranking finlandés). Fanática de Gladiator, le épica romano-hollywoodense de Ridley Scott, Tarja confiesa que, en Finlandia, se le hizo muy difícil conciliar su presunta doble vida de cantante clásica y cara de una popular banda metalera. “Allá la gente es muy conservadora, tenemos una sola universidad de música y, si no te ceñís a la tradición académica, te miran con mala cara. En Alemania, en cambio, a mis amigos de la universidad les encanta Nightwish. Se compraron el disco, ahora quieren el DVD. Están locos, pero me caen muy bien. Los alemanes son más abiertos mentalmente que los finlandeses.”
Pese a que el imaginario indicaría una fría distancia entre público y artista, Tarja revela que, en el último tiempo, las calles de Helsinki la encontraron presa de un asedio del tipo ricotero. “Se me hizo muy difícil conservar mi vida privada. Ultimamente tenía que salir maquillada, o disfrazada, porque cada vez que me cruzaba con un fan de Nightwish, seponía enfrente mío, se tiraba al piso y decía: ‘¡Dios mío!’. Los jóvenes finlandeses al principio son muy tímidos, pero una vez que te reconocen, se vuelven muy apasionados.”
En Century Child, a punto de editarse en la Argentina, Nightwish descarga toda su pomposa artillería instrumental en los dominios de una ópera en que convergen pasiones humanas y fuerzas naturales. La orquesta y la banda de rock cabalgan sobre una misma y prolija grandilocuencia. “Es un disco conceptual –define Tarja–, que trata sobre la vida de un hombre. Pero está contado a la inversa. En lugar de comenzar por el nacimiento y la infancia, comienza desde la vejez. La pérdida de la inocencia ya está dada desde un comienzo, y en todo caso se trata de ir recuperándola gradualmente. Es una historia muy honesta y personal. Bastante triste y romántica, por cierto.” Para la cantante, los orígenes rurales de los integrantes del grupo –el pueblito Kitee– tienen que ver con la temática de su música, siempre ligada a la energía desbocada de los cuatro elementos. “Somos del campo, íbamos a la misma escuela, y el hecho de que termináramos tocando juntos fue una especie de coincidencia. La naturaleza siempre estuvo entre nosotros, y Tuomas aún vive ahí. Compone al piano junto a una ventana que da directo al lago. No se ven vecinos, ni nada; solamente se escucha el sonido de los pájaros y el agua. ¿Qué clase de música podés esperar de un hombre así?”